Spinning como alegoría
Pegado a la tele
2. Pegado a la tele
In a gadda da vida, honey
Don't you know that I love you
In a gadda da vida, baby
Don't you know that I'll always be true
Iron Butterfly
Estás todo el día pegado a la puta televisión. Mi madre dijo eso y se levantó de la mesa con un plato vacío y un pocillo de peltre blanco en la mano. Caminó a la cocina. Ese día me la había pasado toda la mañana viendo la televisión y no recuerdo por qué no había ido a la escuela, probablemente algún temblor de esos que dejaban la ciudad en ruinas. No, no fue el temblor, porque cuando el del 85 se fue la electricidad inmediatamente y escuchábamos las noticias en un radio de baterías que me regaló mi tía Yoya. No importa, me dolía la cabeza como pocas veces hasta entonces en mi corta vida. A la hora de la cena me quejé. Mi madre estaba harta, enojada, cansada del maldito trabajo. Le pegó un grito a mi hermana reclamándole romper la dieta. ¿Cómo era posible que después de gastar tanto dinero en las inyecciones para adelgazar, mi hermana de 18 años se atreviera a comer una pieza más de pan dulce? Comenzó la pelea, mi hermana respondió con un mal gesto y eso le valió una tormenta de insultos y bofetadas. Pero la energía no se desvanecía tan fácilmente en el espíritu de pelea de mi madre. Aún después de la paliza a mi hermana, después de un día de trabajo agotador, le sobró coraje para responder a mi dolor de cabeza. Te duele la cabeza por estar todo el día pegado a la puta televisión.
El campus estaba vacío y no paraba de llover. Mi mujer se había ido y mi novia me odiaba y yo odiaba a mi novia. De hecho, durante aquella temporada, odiaba a todo el mundo. Hay periodos de tiempo en los que obsesionan algunas cosas, aquella vez fueron los programas de intervención a drogadictos. Primero buscaba en YouTube los documentales de adictos a la metanfetamina, luego los programas seriales de intervenciones a drogadictos.
Una noche muy nublada los helicópteros no dejaban de llegar al hospital universitario. El campus era aquella noche el escenario de una película postapocalíptica. El vapor de los generadores escapaba por entre las rejas de la calle, las nubes cubrían prácticamente todo el cielo y solo en momentos muy cortos la luna asomaba entre ellas dejando pasar apenas un rayo de luz, las ambulancias llegaban apresuradas, con las sirenas a todo volumen, con las torretas de luz roja encendidas. A veces me levantaba de la silla y me asomaba por la ventana para contemplar aquel paisaje. Comencé a juntar las monedas que estaban sueltas en los cajones, las que estaban dispersas por el escritorio, las que se habían escapado por el piso; necesitaba tres dólares con cincuenta centavos para comprar dos cervezas. Cuando terminó el episodio de la madre alcohólica (las historias de alcohólicos no me gustaban tanto como las de drogadictos) que se prostituía para comprar más botellas, salí de la residencia. Hacía frío, pero el aire de invierno me refrescó después de estar todo el día encerrado en mi habitación pegado a la televisión mirando programas de drogadictos y alcohólicos.
Written by: León Guerrero